
Les comentaba la semana pasada que, dado que este mes de junio es el mes del Sagrado Corazón de Jesús, dedicaría mis columnas a hablar de él a través de la Dilexit Nos del Papa Francisco. Sin embargo, también lo señalé, si había algo que obligase a decir una palabrita en particular, pues tendría que desviarme un poco de lo que me he propuesto. Los señores obispos han querido compartir con la comunidad nacional sus reflexiones sobre la situación actual que estamos pasando como nación. Su mensaje es a la vez anuncio y denuncia.
Como debe ser. Anuncio, porque nos sostiene la esperanza del amor y la fuerza del Resucitado, que es quien conduce la Iglesia y la seguirá sosteniendo, hasta el final de los tiempos. Anunciar a este Cristo Viviente es lo propio de los ministros del Evangelio. De hecho, todo lo que hacemos debería de conducir a ello. Denuncia, porque tampoco es que los obispos pueden quedarse callados ante lo que pasa.
Eso los volvería cómplices y serían acusados de una especie de contubernio con la situación imperante. La suya, como tantas veces se los he comentado, no es ideológica ni partidista. No son analistas políticos sino pastores que tratan de empujar al rebaño a mejores derrotares pero que, a su vez, defienden a su grey de los lobos que luchan por acabar con la paz de nuestra nación. A esos lobos que actúan, como lo han dicho los obispos, en los “corredores subterráneos del crimen organizado”, así como a los que se han prestado para crear burbujas económicas y leyes permisivas contra la Casa Común, deben los señores obispos, ahuyentar de la grey que se les ha confiado.
No habían terminado de leer el mensaje y ya había yo recibido con un tono un tanto amenazador, reclamos de parte de algunos de los miembros del partido de gobierno que me decían que cito: “la Iglesia solo critica, pero no propone nada”. Otro me dijo que: “era fácil escribir esas sandeces, detrás de un escritorio”.
El asunto es que es claro que decir las cosas, aunque sea de manera respetuosa y correcta, siempre va a producir reclamos. De hecho, le tendría yo mucho miedo a que no los hubiera. Partamos del hecho que los obispos no tienen ninguna responsabilidad directa en el manejo de la Cosa Pública, para que captemos que su incidencia es relativa en cuanto al ejercicio de las políticas de estado. Sin embargo, un estado que se niega a escuchar a actores imparciales es sencillamente una dictadura.
Eso no lo queremos ni remotamente para nuestra patria. Por eso, es imprescindible que nos escuchemos. Finalmente, con mucho dolor, constató que se está repitiendo en ya 3 ocasiones el reclamo del crimen de mi tocayo, Juan López, y pues “no se oye padre”. Me pregunto si tanta impunidad en eso como en el caso Koriun no tiene la misma línea de silencio a propósito.