Reflexión | Arquidiócesis de San Pedro Sula

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Columnista Semanario Fides, Portavoz C.E.H y arquidiócesis de Tegucigalpa

El 13 de diciembre de 1911, monseñor Juan Cagliero, primer Internuncio Apostólico para América Central y primer cardenal salesiano, y del cual el 28 de febrero recién pasado hemos celebrado un aniversario de su Pascua, escribía preocupado al cardenal Secretario de Estado de Pío X, Merry del Val, preocupado por cómo se desarrollaba la conformación de la Prefectura Apostólica de la Costa Norte “hondurense”.

¡Como se ha de sentir en la Vida Eterna que seguramente goza, al ver que aquella preocupación suya y su profundo amor a estas tierras le alcanza hoy que esta semana San Pedro Sula pase a ser una arquidiócesis! Les debemos tanto a los padres Vicentinos de la Provincia de Cataluña, en particular a su provincial Jaime Gelabert, su perseverancia y su espíritu misionero. Aquel “Lazarista” rompió con su amor y su constancia toda la oposición que se generó en contra de la presencia de misioneros en la Costa Norte.

Como siempre nuestros políticos metieron su “su cola y sus cachos” para impedir que las cosas se desarrollasen como había proyectado Cagliero. Con gran dificultad había alcanzado a llegar a Tegucigalpa el P. Nieborowski, también Vicentino, para ayudar en el seminario. Igualmente fue complicada la llegada de los salesianos, que al menos no los sacaron a tiros como en Comayagua en 1905. La razón por la cual vino el Internuncio a Centroamérica, en muy buena parte, fue la presión que desde finales del s. XIX ejercían los habitantes de la Costa Norte pidiendo auxilio porque pasaban más de 30 años que no tenían ni un tan solo sacerdote en todo el Caribe hondureño.

La necesidad de acompañar el desarrollo de los habitantes de la Costa Norte, la asistencia espiritual de sus feligreses y la incorporación a la vida política y social, estaba en la razón de aquella misión. En el informe de ju- lio de ese 1911, justificando la creación de la Prefectura, Cagliero hablaba del potencial que representaba para la Iglesia todo aquel vasto territorio y su creciente población a causa del desarrollo de los enclaves.

“El clima del centro es seco y templado, el de la Costa es caliente, pero la brisa marina lo refresca”, decía Cagliero, pero sobre todo señalaba que “el crecimiento de templos protestantes y ninguna misión católica” obligaba a cuidar a los casi 450 mil habitantes de la Costa. Las preocupaciones pastorales, el interés de responder a los retos que el crecimiento poblacional representa, así como las estructuras pastorales que han crecido de manera exponencial gracias al liderazgo de Mons. Ángel Garachana, han llevado a la creación de la nueva Provincia Eclesiástica que este próximo 11 de marzo tendrá su primer arzobispo en la persona de otro excelente pastor que es Mons. Miguel Leninhan. Dios conceda a la nueva arquidiócesis y a su nuevo pastor el mejor de los éxitos que en cristiano se dice santidad. Una iglesia sinodal que crece y que extiende su “tienda”.

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