Palabra de vida| “Su rostro….”

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En algunos salmos el orante pide al Señor la gracia de ver su rostro. Es la gran meta también del camino cuaresmal, poder llegar al monte santo y contemplar la gloria del Señor Resucitado. Y, es que este domingo adornado con el Evangelio de la Transfiguración, se predice la Pascua. Dos signos nos la evidencian, la voz del Padre “Este es mi Hijo Predilecto” es el primero. La voz divina en efecto confirma el misterio que se verifica en el hombre Jesús, residente en Nazaret y predicador ambulante por los cominos de Palestina. Al final del Evangelio será un centurión que presencia la muerte de Jesús y proclama: “Verdaderamente ¡este era Hijo de Dios!” (Mt 27, 54). El segundo signo es la luz que envuelve toda la escena y se centra como el sol mismo en el rostro de Jesús. El griego de los evangelios usa el término “metamorfosis” para expresar la palabra “transfiguración”. Tal acontecimiento evoca la llamada a recibir la gracia de Dios en este tiempo que nos pueda transformar-transfigurar nuestra fragilidad y debilidad en una vida nueva.

De todo lo anterior, situados ante esta palabra evangélica se suscita en los que la recibimos el deseo de hacer de la Cuaresma una subida al “monte alto”, debemos escalar la montaña, la cumbre, como la del Calvario para vivir en persona el misterio de esta próxima Pascua, en la que ya Jesús nos ha redimido. Para Jesús el monte Tabor fue experiencia de fe que le iluminó junto al consuelo del escuchar al Padre, que le llama “Hijo” y así se preparó para el sacrificio que lo hizo Santo. Para nosotros este Evangelio nos llama a reconocer a Jesús como el “Predilecto” para estos días santos, el preferido entre todos los consuelos y bienes que nos ofrece la vida. Contamos siempre con la voz divina, es decir, la Biblia. Es a través de ella que podemos cruzar el desierto cuaresmal y ¿Qué decir del signo de la luz? No podemos caminar a ciegas, la fe nos sirve de lámpara y a ella se une nuestra vida sacramental que nuestra madre la Iglesia nos ofrece. Así aceptemos hoy el consejo de Pedro: “Por tanto, vosotros mismos hacéis bien en poner en ella vuestra atención, como lámpara que luce en lugar tenebroso hasta que alboree el día y el lucero de la mañana despunte en nuestros corazones” (1 Pe 1, 19). En este domingo, es cierto que podemos decir: “Señor, es hermoso para nosotros estar aquí; si quieres haré tres chozas” (Mt 17, 7).

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