Palabra de vida |“Entonces tomó los cinco panes…”

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Con el Evangelio de hoy, estamos ante la escena que narrada por Lucas parece transfigurarse, allí está Jesús delante de los cinco panes y dos pecados y, de repente la escena cambia de giro, no se trata solo de un acto de compasión de Jesús por la muchedumbre hambrienta y digo que cambió de giro porque Lucas usando los verbos de la Última Cena, pone a Jesús ante la multitud, pero transfigurado en el Jesús del Jueves Santo. En efecto, leemos en el texto así: “Elevando los ojos al cielo, bendijo los panes, los partió y los dio…”

Tan relato tal y como lo recibimos hace de cumplimiento de un pan que bajando del cielo calmará toda hambre de la humanidad y nos diera las delicias mismas del cielo. Así este texto tiene el marco de un pueblo que como el Israel del desierto está allí sobre la llanura sentados compartiendo el maná, mientras llegan a la tierra definitiva. Jesús aparece como el nuevo Moisés que guía, que se sitúa al frente del grupo para conducirlos a través de Él mismo al Reino de los cielos. Siguiendo pues el itinerario narrado por la primera lectura de hoy, que refiere al gesto de Melquisedec y de los panes del desierto, celebramos con esta santa Palabra de Dios, la solemnidad del Corpus Christi, la celebración litúrgica del Cuerpo y Sangre de Cristo.

Es el memorial de aquella maravillosa Última Cena en la que el propio Jesús antes de padecer, nos dejó su Cuerpo y Sangre como comida y bebida verdadera, viático para la eternidad. Será en el marco de la cena pascual judía que este evento tuvo su realización a través de la palabras del Señor obre el pan ázimo y la copa de vino: “Esto es mi cuerpo… Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre”. Así pues, la Eucaristía es por excelencia el sacrificio redentor supremo, es el acto perfecto de amor y de donación por lo que Él mismo ha asegurado “Esto es mi cuerpo, que es para ustedes”, aquel “para ustedes” es sugestivo, evoca el cuerpo de Cristo donado totalmente en la muerte por nuestra liberación. Celebrar esta especial solemnidad nos invita a todos desde su fundamento bíblico y desde la tradición a renovar nuestra devoción y amor por el Santísimo Sacramento del Altar.

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