Las 40 horas de adoración son una devoción que une y da esperanza

La participación en este evento único, ha cambiado las vidas de muchos fieles de la Arquidiócesis de Tegucigalpa

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La jornada de adoración a Jesús Sacramentado conocida como “Las 40 horas”, ha marcado el caminar de fe de muchos cristianos católicos que se unen a la Iglesia para finalizar un año e iniciar el siguiente de rodillas ante el Santísimo.

Tradición

Para muchos núcleos familiares, grupos y pastorales, esta es una cita obligatoria. Tal es el caso de Doris García, feligresa de la Parroquia Santa Cruz, quien expresa que “Compartimos en familia el poder peregrinar con Jesús Sacramentado cada primer día del año, sintiendo ese gozo al caminar con Él, poniendo en sus manos nuestros proyectos”.

Por su parte, Daniela Mejía, quien ha servido a través del canto en las “40 horas”, expone que “Es un momento único de intimidad con Jesús Sacramentado que me ha permitido crecer como persona y como cristiana”. La adoración durante 40 horas, concluye con una procesión eucarística que, año con año, se ha visto fortalecida por el impulso de sacerdotes, líderes de familias y coordinadores de grupos.

Encomienda

Uno de los grandes sentidos que se le da a esta jornada de adoración arquidiocesana, es encomendar el año entrante en las manos de Dios, por lo que el Padre Luis Enrique Gutiérrez, Párroco de la comunidad Santa María Reina y quien desde muy pequeño participa en esta tradición, expresa que “Es propicia para pedir a los pies del Señor por el año transcurrido y por uno que se nos regala”. Esta expresión está acorde a lo que opina Ana Castillo, quien lleva muchos años asistiendo a las Horas Santas y a la procesión eucarística, ella menciona que “Participar en las 40 horas de adoración, es de mucha bendición, me ha hecho reflexionar en mi actitud hacia la vida y en mi relación con los demás, entendiendo que la vida misma es un regalo”.

Honduras, país que termina e inicia un año adorando

En el mundo se realizan diversas jornadas de adoración eucarística para agradecer en rogativa o por alguna festividad, pero lo que se vive en Tegucigalpa desde la mañana del 31 de diciembre y hasta la noche del 01 de enero, es algo único y de lo cual la feligresía de esta arquidiócesis deberá sentirse orgullosa.

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