El Sacramento de la Confesión, es una gracia palpable del amor y la bondad del Señor, pero en muchas ocasiones, con excusas invalidas, descuidamos esta práctica por actividades, quehaceres u otros detalles que no valen lo que da esta gracia. Ante este descuido, el cristiano debe comprender que es Dios quien nos sigue buscando a pesar de nuestra inmundicia.
Tiempo
El famoso adagio popular “El tiempo perdido, hasta los santos lo lloran”, puede ser muy bien aplica- do cuando dejamos de confesarnos frecuentemente, así lo afirma el padre Héctor López, párroco de la comunidad San Pedro Apóstol de la Arquidiócesis de Tegucigalpa, quien además aporta que “Es necesario hacer un profundo examen de conciencia y para ello, existen manuales que ayudan a ir revisando con una serie de preguntas sobre cada uno de los mandamientos”.
El presbítero López, preocupado de que esta conducta lejana a la reconciliación no se promueva más, expone que “es bue- no de ser posible, un retiro espiritual, aunque sea de un día”, porque esto fomenta la meditación del gran amor y misericordia que Dios nos tiene y que debería movernos a una confesión más constante, asegura el sacerdote.
Preparación
Pasado mucho tiempo sin la búsqueda de la confesión, puede provocar en el fiel, sentimientos de pena, indiferencia y de manera peligrosa, hasta pérdida de res- peto ante tan importante sacramento, por lo que el Padre Jony Murillo, Administrador Parroquial de la comunidad San José de la Montaña, diserta que “Si se ha llegado a la falta de la confesión, es de carácter urgente un buen examen de conciencia, ya que nos ayuda a ser más conscientes de los dones que se nos dan cada día, reconocer nuestras faltas, validar la oferta de perdón aceptando que no tenemos que volver a caer mañana”.
1 Examinarse
Para evitar que pasen lapsos extensos sin recibir el Sacramento de la Reconciliación, es imprescindible que, a cada momento, haya una buena exploración de los pecados que cometemos, además de los propósitos de enmienda.
2 Disciplina
La Confesión no debe ser solo por requisito o cuando otro sacramento nos lo exija (Matrimonio, Confirmación), debe crear en el cristiano, un sano hábito que brinde la paz espiritual con deseo firme de no pecar más.
3 Cuidado
La gracia de la absolución, abarca hasta que se vuelve a pecar, por lo que el católico debe estar consciente que esto puede ocurrir en cualquier momento; no pecar sería lo ideal pero también, no dar largas a confesarse.