Homilía del Señor Arzobispo para el XV Domingo del Tiempo Ordinario

“Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan ni alforja, ni dinero en la faja...” (Mc 6, 7-13)

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Con estas palabras, Jesús se quiere subrayar la actitud de confianza puesta solo en Dios y no en el dinero, las seguridades, ni las comodidades que tienen que acompañar a los discípulos en su misión. Y dice “de dos en dos”. ¿Por qué los envía “de dos en dos”? En primer lugar, porque en aquella cultura un testimonio solo tenía valor cuando lo referían por lo menos dos personas.

Además, “de dos en dos” expresa el sentido comunitario de toda misión. No se trata de actuar como francotiradores, sino de ir en nombre de la Comunidad y con un mensaje comunitario. “Ni pan, ni alforja, ni dinero, ni dos túnicas; nada para el camino, salvo un bastón y las sandalias”. No han de llevar “pan”, es decir, alimento; pero tampoco “alforja” para recibir limosnas, pues no se presentan como mendigos.

Tampoco dinero ni siquiera la calderilla que llevarían los pobres. Son invitados a ir más desprovistos que los mismos pobres, es decir, a vivir en la confianza. El bastón y las sandalias eran lo imprescindible para los viajes; el bastón ayudaba a caminar y las sandalias era el calzado de los pobres. Es decir, solo aquello indispensable para caminar y anunciar el Evangelio. Jesús tiene su corazón y su confianza solo en Dios y en la comunidad donde se sabe acogido en su tarea de anunciar el reino.

Se trata de una pobreza que es libertad interior y nos descubre el valor de la confianza solo en Dios y no en las falsas seguridades. Un discípulo/a que se apoya solo en lo exterior se hace conservador, repetidor, incapaz de captar y transmitir la novedad y la belleza del Evangelio. “Quedaos en la casa donde os alojéis”. Cuando el judío viajaba se hospedaba siempre en casa de otros judíos. Jesús invita a los discípulos a entrar en cualquier casa, aunque sean paganos, despreciados y considerados “impuros para los judíos”. Necesitamos también nosotros derribar las barreras y prejuicios que nos separan a unos de otros y promover lo que el Papa Francisco llama “la cultura del encuentro”.

En todas partes podemos encontrar gente buena y acogedora por encima de las ideologías, de las razas, de las religiones y de las culturas. “Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.” Los doce, recibidas las instrucciones, hacen lo que han visto hacer a Jesús: Predican la conversión y aportan la salvación expulsando demonios y curando enfermos. Efectivamente, pudieron “echar muchos demonios”, ungir con aceite a muchos enfermos y curarlos.

Y el “ungir con aceite” tenía un sentido terapéutico de curación y de sanación…hoy también nuestra misión tiene que ser despertadora de vida y de esperanza con las personas que nos encontramos. Ya hemos dicho en algunas ocasiones que “echar demonios” equivale hoy a liberar la vida de las personas hundidas en la tristeza y en la soledad; a los que viven angustiados por cualquier causa, a los parados, a los inmigrantes, a los que sufren la injusticia y la violencia en nuestro mundo. “Echar demonios”, significa también liberar a los demás de los modelos de vida que nos alienan y nos esclavizan. Evangelizar no es solo predicar un mensaje de manera doctrinaria, sino posibilitar y promover la liberación del ser humano de cualquier injusticia o esclavitud y particularmente, favorecer el crecimiento de las personas y la liberación de su vida… Nuestra misión consiste en anunciar a Jesús, Luz del mundo, que ha venido para dar sentido y orientación a nuestras vidas y a toda la humanidad.

Jesús ha venido a revelar a cada uno de nosotros quienes somos en profundidad. Jesús ha venido a revelarnos que somos valiosos y a hacernos crecer en el amor y la verdad. Esta es la Buena Noticia que nosotros deseamos seguir anunciando en nuestro mundo de hoy. La vida de Jesús está llena de belleza: Jesús es un hombre fascinante que nos hace libres de verdad, Él enciende en nosotros la pasión, la libertad y la alegría. Jesús nos descubre que es bello vivir; vivir plenamente: “He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”. Que podamos decirle: Señor, que no llevemos ni pan, ni dinero, ni alforja para el camino, solo la confianza en tu Palabra. Ayúdanos a avanzar en la alegría de que tú acompañas nuestros pasos.

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