Homilía del Señor Arzobispo para el día de María Madre de Dios

“Los pastores fueron corriendo hacía Belén y encontraron a María y a José y al niño acostado en el pesebre” (Lc 2, 16-21)

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El Evangelio de esta fiesta nos lleva con los pastores a Belén. Los pastores fueron corriendo, “se apresuraron”, dice el texto griego. Es tal el impacto del anuncio del ángel que ha sentido la necesidad de ir inmediatamente. Dios es para ellos una prioridad, pero, hoy para la mayoría de muchas personas Dios no está en la lista de sus prioridades. Que este año que hoy comenzamos hagamos un camino interior hacia ese Dios que se ha manifestado en Jesús y que llena de sentido nuestra vida.

Este primer día del año celebramos la Fiesta de Santa María, Madre de Dios, es decir, María es la Madre de Jesús que es Dios. Es la fiesta más antigua de María que se conoce. En la ciudad de Éfeso en el año 431. María fue proclamada “Madre de Dios” la “Theotokos” (la que da a luz a Dios), para poner de relieve que Jesús es Dios. Pero a María, por el hecho de ser la madre del Señor, no se le ahorra el tener que hacer un camino en la fe.

Por eso, María medita en su interior lo que sucede y se dice de Él en su alrededor. En este sereno “meditar en su corazón” María es el modelo de todo creyente y de cada uno de nosotros. El año nuevo que hoy comenzamos es una llamada a renovar nuestra vida, por eso, necesitamos comenzar el año con un deseo de renovación profunda. El año nuevo es un tiempo de posibilidades nuevas, porque es un tiempo que se nos ofrece como gracia y salvación. En medio de la nostalgia de un año que se va y la incertidumbre del año que comienza, todos intuimos que hemos nacido para vivir una vida más plena y con más sentido. Por eso, sería bueno que nos preguntáramos: ¿Qué es lo que realmente deseo en este nuevo año que hoy comienza?, ¿Será un año más, un año vacío de sentido o un año para crecer y ponerme en camino de nuevo como los pastores de Belén? Sí, “María conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón”. Es el admirable silencio de María.

Un silencio contemplativo. María está callada ante el Misterio. María recibe, dulce y amablemente, la Palabra que se nos revela en su Hijo Jesús. Nosotros necesitamos aprender de María la interioridad, a vivirnos desde dentro como María, escuchando la palabra que da vida a nuestro corazón, la palabra que nos hace vivir de verdad. Pero ¿Quién en estos días trata de vivir en lo interior de sí mismo? ¿Quién pone como central, en estos días, el misterio que estamos celebrando? Necesitamos volver a Dios como una prioridad en nuestra vida: Dios es de primera necesidad, si Dios está ausente, nuestra vida enferma, ya que el ser humano necesita una respuesta que no se puede dar a sí mismo. Si Dios desaparece de nuestro horizonte, por más ilustradas que sean nuestras ideas, se nos derrumba lo esencial y nuestro mundo no puede cambiar.

¿Tiene sentido una vida sin Dios? La cultura de hoy en muchas partes está desplazando a Dios del centro de la vida, intenta arrinconarlo y ese centro lo ocupan hoy los “ídolos modernos”. Hoy, se celebra también la Jornada Mundial de la Paz. Que el Señor nos conceda la paz en este nuevo Año 2022: Que el Señor nos conceda la paz a cada uno de nosotros, a nuestras familias y al mundo entero. Todos aspiramos a vivir en paz, pero actualmente en nuestro mundo no hay paz. “El nacimiento de Jesús es la inauguración de un tiempo de paz”, pero el mundo sigue amenazado por la violencia y nuestra sociedad está muy frágil. Recordemos que el año 2021 ha estado todavía marcado por una gran pandemia, que ha causado la muerte a muchas personas que ni si quiera han podido despedirse de sus seres queridos, recordemos también a los médicos, enfermeras y personal de la salud, que han entregado su vida heroicamente.

También ha sido un año marcado por la violencia y muerte en tantas guerras que continúan presentes en nuestro mundo y el crimen en nuestro país. En este día mundial fiesta de la paz, pedimos perdón por tantas guerras, tanta agresividad, tanta violencia que enfrentan a los pueblos y también las que llevamos en el corazón. Necesitamos comenzar este año, una vez más, desarmando nuestro propio corazón de toda hostilidad y buscando caminos de paz para nuestro mundo. Solo Dios es capaz de desarmar el corazón humano de los mecanismos irrefrenables de la violencia absurda. Que podamos abrir nuestro corazón a este mensaje de paz que resonó en la noche de Belén. Abrirnos a Cristo, Hijo de la Virgen María, a aquel que es “nuestra paz”. Abrirnos a Él, que nos ofrece la plenitud de la vida y la verdadera alegría; Y que María, Madre de Dios y Madre de la Iglesia nos acompañe en el nuevo año. ¡Feliz Año Nuevo a todos!

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