En nuestra época podemos vivir ardor misionero como San Pablo

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El 25 de enero, la Iglesia universal celebra la fiesta de la conversión de San Pablo, quien se dedicaba a perseguir a los cristianos y un día, camino a Damasco, un resplandor del cielo le hizo caerse de su caballo, pero al mismo tiempo escuchaba una voz que decía: «Saulo, Saulo, ¿Por qué me persigues?» Tras esta fuerte vivencia, Pablo se encuentra con Ananías, quien le impone las manos en nombre de Jesús, lo que le devuelve la vista. Inmediatamente, Pablo es bautizado. Así como San Pablo, todos los cristianos somos llamados a vivir con ardor y entrega total nuestra misión, porque todo aquel que es bautizado, está llamado a anunciar el Evangelio y este hombre nos da un gran ejemplo, al decir “Porque si evangelizo, no es para mí motivo de gloria, sino que se me impone como necesidad. ¡Ay de mí, si no evangelizara!”.

Para este apóstol incansable de Cristo, la evangelización es algo de vital importancia para mantener vivo el anuncio del Reino. Fue su deseo de llevar a Jesús, lo que lo llevo a emprender múltiples viajes misioneros y con ese mismo ardor estamos nosotros llamados a vivir. No obstante, su actividad misionera no estuvo exenta de dificultades, fruto de ese encuentro con el mundo pagano, pero a pesar de las dificultades no se detuvo en su misión.

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