Editorial | Nuestra voz |Si te sientes seco y vacío en tu interior: ¡ayuna!

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¡Ayuna! Una recomendación que parece no tener sentido; ¿Cómo puedo llenar un vacío con una experiencia de privación? y, en realidad la respuesta no la podemos encontrar en el actual contexto en el que vivimos, pues la modernidad nos ha traído muchas cosas que prometen llenarnos de diversión, entretenimiento, desarrollo personal, Etc.

Sin embargo, al final del día descubrimos que vivimos en un vacío interno como nunca antes, porque nuestra vida se ha desconectado de la fuente de vida y satisfacción espiritual primera, de ahí que Dios en su infinita sabiduría nos recuerda en su Santa Palabra que «no solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» Mt. 4,4. Lo que significa que el ser humano no depende solo de cosas materiales, sino que su interior requiere de un sustento vital que proviene solo de la boca de Dios y que podemos escuchar cuando hacemos silencio, ayunamos y oramos.

En este inicio del recorrido cuaresmal que nos lleva a una meta segura: la Pascua de la Resurrección del Señor, a la victoria de Cristo sobre el pecado y de la Vida sobre la muerte, se nos invita y exhorta al ayuno, que nos permita llenar nuestra vida de todas aquellas cosas que dan razón y propósito a los seres humanos, logrando de esta forma obtener una vida convertida, reconciliada y renovada. Muchas veces hemos gastado nuestro tiempo, el esfuerzo y los talentos en cosas vanas que no sacian y hemos dejado por último aquello que sabemos que es lo importante.

Dios pregunta en Isaías 55,2 “¿Para qué van a gastar en lo que no es pan y dar su salario por cosas que no alimentan? Y nos hace una promesa de entablar una relación personal caracterizada ante todo por la justicia y la obediencia a sus mandamientos; de tal modo que si aceptamos hacer cambios en nuestra vida y obedecerlo “comerán cosas ricas y su paladar se deleitará con comidas exquisitas”. Haciendo la experiencia de una pobreza aceptada, quien ayuna se hace pobre con los pobres y “acumula” la riqueza del amor recibido y compartido. Así entendido y puesto en práctica, el ayuno contribuye a amar a Dios y al prójimo.

La Cuaresma es un tiempo para creer, es decir, para recibir a Dios en nuestra vida y ayunar significa liberar nuestra existencia de todo lo que estorba, incluso de la saturación de informaciones, verdaderas o falsa y productos de consumo, para abrir las puertas de nuestro corazón al hermano que viene a nosotros pobre de todo, pero «lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,14): el Hijo de Dios Salvador.

Así es que a la pregunta qué ¿si con una experiencia de privación se puede llenar un vacío que sacie la sed del alma? La respuesta es SI porque “Yavé te confortará en cada momento, en los lugares desérticos te saciará. El rejuvenecerá tus huesos y serás como huerto regado, cual manantial de agua inagotable. Volverás a edificar sobre las ruinas antiguas y reconstruirás sobre los cimientos del pasado”; Isaías 58,11.

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