Editorial |Nuestra voz | La urgente necesidad de proteger a la familia

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El Papa Francisco nos dice que: “Cuando nos preocupamos por nuestras familias y sus necesidades, cuando entendemos sus problemas y esperanzas, sus esfuerzos repercuten no solo en beneficio de la Iglesia; también ayudan a la sociedad entera”. De tal modo que “De cara a una sociedad que corre el peligro de ser cada vez más despersonalizada y masificada y por tanto, inhumana y deshumanizadora, con los resultados negativos de tantas formas de evasión como el alcoholismo, la droga y el mismo terrorismo; la familia posee y comunica, todavía hoy, energías formidables capaces de sacar al ser humano del anonimato, de mantenerlo consciente de su dignidad personal, de enriquecerlo con profunda humanidad y de insertarlo, con su unicidad e irrepetibilidad en el tejido de la sociedad” (Familiaris consortio n 43).

Esa inserción de seres humanos dignos, únicos e irrepetibles en el tejido de la sociedad, que solo una familia puede producir, son absolutamente indispensables para contrarrestar el gravísimo peligro al que se enfrenta esta pequeña sociedad natural, base de nuestra vida. La ideología de género y la cultura del descarte, están proponiendo nuevas definiciones de familia, haciendo que las nuevas generaciones cuestionen su verdadero rol en la sociedad, confundiéndolos y haciéndolos sentir culpables si radicalizan su pensamiento y percepción, acusándolos de ser intolerantes, intransigentes, inflexibles y fanáticos.

Por esa razón se vuelve de vital importancia trabajar e intensificar nuestros esfuerzos en radicalizar nuestras ideas, y nuestro concepto de familia y evitar caer en el juego del chantaje moral utilizando la acusación de ser alguien que discrimina cuando no es así. Solo las familias pueden proteger a otras familias, mediante la formación de familias con valores sólidos y de ética, teniendo presente que tener sus valores claros no es discriminar, saber el concepto real de familia no es discriminar, evitar que se desvirtúe la base de la sociedad no es discriminar, es defender y es ser valiente.

Es obligación de los cristianos católicos, transmitirles a los suyos con amor, que la familia es “la Iglesia doméstica”, en la cual se nos da la oportunidad de formarnos con valores, ética y sentido de respeto a la vida desde su concepción hasta su muerte natural. Y por supuesto, que la familia está fundada sobre la unión íntima de vida, es decir, del matrimonio, que es la unión natural entre un hombre y una mujer, generando un lazo indisoluble, libremente contraído, públicamente aceptado y que su fin principal es la transmisión de la vida, según la voluntad de Dios; estableciendo que no se juzga a los que deciden hacer las cosas de diferente manera, porque Dios no discrimina, pero también dándoles información precisa sin opción siquiera a negociación.

La tarea de respetar y proteger a la familia no está en otro lugar ni es responsabilidad de otros, la defensa está en nosotros como ciudadanos y personas de bien, roguemos a Dios que, a ejemplo y guía de la Sagrada Familia de Nazaret, logremos que su mensaje sea escuchado y que todos los hondureños sean formados en la intimidad de un hogar.

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