Editorial |Nuestra voz | El trabajo infantil ¿Es bueno o es malo?

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El trabajo infantil no es un fenómeno reciente, durante siglos el trabajo de niños en actividades agrícolas y de otra índole ha formado parte de la economía del mundo; sin embargo, en los últimos años se ha incrementado considerablemente la preocupación y la conciencia sobre el problema de abuso y explotación de que son objetos los menores en muchos países donde las arbitrariedades llegan a niveles casi de esclavitud. Gracias a la expansión de una cultura de respeto a los derechos humanos y al mayor acceso a la información que ha posibilitado la globalización, es posible ahora, descubrir muchas aristas de un problema que se agudiza con la pobreza y el subdesarrollo de países como el nuestro.

Muchos son los factores que se deben considerar a la hora de emitir una opinión o asumir una postura a favor o en contra del trabajo infantil; pero quienes defienden el trabajo de menores apuntan que las niñas y los niños, imitan de manera instintiva las actividades de quienes los rodean, incluso el trabajo remunerado o no que se realiza en la familia y en la comunidad; mediante el trabajo adquieren experiencia y confianza en sí mismos, aprenden el comportamiento y los valores culturales, además, establecen su posición como parte de sus familias y comunidades, con responsabilidades y derechos; a través del trabajo aprenden a comprometerse en las relaciones con quienes los contratan y con los clientes al compartir la responsabilidad. Aprender en el trabajo brinda beneficios que la educación formal, con frecuencia, no ofrece y que pueden mitigar el desempleo juvenil.

Por todo esto, el empleo de menores no necesariamente perpetúa la pobreza u obstaculiza la educación. Sin embargo, si revisamos los argumentos que tanto la Organización Internacional del Trabajo (OIT), como la Agencia de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), promueven entre los gobiernos, las justificaciones para propiciar la eliminación del trabajo infantil en todas sus formas, cobran trascendencia, sustentadas en el hecho de que la ejecución de actividades laborales por parte de los niños y niñas va en detrimento de su bienestar y de lo esperado para dicha etapa de la vida, al llevar a cabo actividades laborales extenuantes o riesgosas.

Se insiste en que más de la mitad de estos niños están expuestos a las peores condiciones de trabajo, exponiéndose a ambientes peligrosos, esclavitud y otras formas de trabajo forzoso e ilícito como lo puede ser la venta de drogas o la prostitución, en el caso de menores en áreas urbanas y el caso de niños en áreas rurales, disminuyen las oportunidades de educación, restringe sus derechos y limita sus oportunidades en el futuro, dando lugar a círculos viciosos intergeneracionales de pobreza y trabajo infantil.

Sea cual sea nuestra opinión o postura frente a esta realidad, aquí lo importante es no olvidar que cada menor entre los cero meses a los 18 años, tiene derecho a vivir en un ambiente protegido, libre de agresiones a su integridad física, moral y espiritual, que le permita desarrollarse y convertirse en personas adultas integras, dignas, seguras, comprometidas, eficaces y responsables al asumir compromisos laborales y personales.

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