¿Cómo tratar a un sacerdote que ya no ejerce su ministerio?

Por Karen Kurwahn

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Para una persona católica practicante, la noticia de que un sacerdote ha dejado su ministerio es motivo de tristeza y dolor, sabiendo que toda la Iglesia sufre al perder a un pastor desde su lugar de servicio eclesiástico, pero al contrario de perder mi fe, resurge un compromiso mayor de orar incansablemente por las vocaciones sacerdotales.

Los católicos con una fe firme en Cristo están conscientes que Dios nos regala el don de la libertad para decidir y actuar, desafortunadamente existen muchos católicos de poca formación y frágiles en su fe que se escandalizan ante esta situación.

Quiero compartirte 5 puntos que pueden ayudarte a entender mejor esta situación:

  1. Evita los juicios temerarios

Muchas personas se dejan llevar por chismes o rumores que tienden a condenar a un sacerdote cuando deja su ministerio, sin embargo, existen situaciones que algunos ignoran: Es posible que, al entregarse incansablemente a su comunidad, un sacerdote pueda experimentar fatiga y cansancio físico o mental, y es muy probable que, aunque se mantenga frecuentemente rodeado de personas, al final de su día experimente mucha soledad.

Otros se han visto expuestos a la presión de las redes sociales y los medios de comunicación, ambientes donde caminar entre la fama y la popularidad, exponen su salud emocional y su vida espiritual.

Cualquiera que haya sido la causa que lo motivó a tomar esa decisión, debes ser prudente, evitando juicios y comentarios que puedan convertirse en calumnias.

2. Genera empatía

Los sacerdotes son seres humanos que de manera equivocada se les ha enmarcado como seres de otro mundo, personas que no pueden cometer errores ni sufrir.

Cuando estamos pasando por una situación difícil, lo menos que queremos escuchar es que nos mencionen “ese” tema. De igual manera, si te enteras que un sacerdote ha dejado su ministerio, lo último que se te debe cruzar por la mente es cuestionarle o abordar ese delicado tema, al contrario, busca levantar su autoestima con noticias alegres, comentarios valiosos para su persona y si lo deseas, un contacto físico genuino como un abrazo o un apretón de manos, puede ayudarle a sobrellevar su situación.

Valora y respeta las decisiones de las personas, Dios nos ha creado únicos e irrepetibles, y sólo Dios sabe hacia dónde va la ruta de la misión de nuestra vida. Él sabe escribir recto sobre renglones torcidos.

La máxima expresión del amor cristiano es amar desde la libertad, desde la condición particular de cada uno, sin paradigmas ni estereotipos.

3. Recuerda que sigue siendo sacerdote

Un sacerdote NUNCA puede renunciar al sacerdocio, el Orden es un sacramento que imprime carácter, un sello indeleble en el alma de la persona. Si bien es cierto que el Vaticano le otorga la DISPENSA de sus compromisos sacerdotales, también se le invita a que siga desempeñando servicios útiles a la comunidad cristiana, poniendo al servicio de los demás los propios dones y talentos recibidos de Dios.

El sacerdote que deja su ministerio no ejerce más como presbítero, pero eso no significa que renuncia a la fe, al contrario, se le invita a seguir viviendo como católico, con la libertad de amar y servir a Dios de otra manera, como laico.

4. ¿Y ahora cómo me dirijo a él?

¿Padre? ¿ex padre? ¿Señor? ¿Don? ¿Simplemente su nombre?

Ten la confianza de preguntarle cómo le hace sentir mejor, lo importante es que se siga manteniendo el respeto en la comunicación.

La cortesía y las buenas relaciones humanas siguen vigentes, más aún siendo de la misma familia cristiana.

5. Ora por él

La oración es un arma poderosa, y si sabes usarla correctamente, puedes ganar muchas batallas.

Es muy probable que el sacerdote que ha dejado su ministerio, haya atravesado un duro e incomprendido camino, y es imprescindible poder sostenerlo y acompañarlo espiritualmente con mucha oración. Nunca dejes agonizar en el campo de batalla a un soldado de Cristo.

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