60 años de un concilio que llamó a los laicos a ser protagonistas de la evangelización

El Concilio Vaticano II es una fuente de renovación vigente que nos llama a comprometernos con el anuncio de la salvación a toda la humanidad

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El próximo 11 de octubre, se cumplen 60 años del inicio del Concilio Vaticano II (CV-II) convocado por San Juan XXIII y clausurado posteriormente por San Pablo VI, que buscaba ser en la Iglesia, una renovación que abriera las puertas de par en par, para que el soplo del Espíritu Santo iluminara el caminar eclesial.

Constituciones

Fruto de este Concilio, surgieron grandes documentos que han servido de base para los cambios necesarios en la evangelización. Las constituciones Lumen Getium, Dei Verbum, Gaudium Et Spes y Sacrosantum Cocilium, cada una de ellas que ha marcado un camino de renovación según lo menciona Rolando Rodríguez, experto en Teología, quien agrega que “Lumen Gentium es la Iglesia iluminada, es decir que es luz para las naciones y que camina bajo la guía de la Palabra de Dios, según nos lo enseña Dei Verbum y, a su vez, celebra una sagrada liturgia, los misterios de Cristo en su liturgia, (Sacrosantom Concilium), anunciando la salvación del mundo, (Gaudium et Spes)”. Es importante recordar que, junto a las constituciones, hay decretos y declaraciones con temáticas específicas.

Cambios

Los cambios en la liturgia, es decir celebrar la Misa en la lengua vernácula, de frente al pueblo, junto al protagonismo que tomaron los laicos, son de los principales ejes que se renovaron en la evangelización. Este concilio se detuvo en una cosa muy importante que es el Bautismo mediante el cual pertenecemos a la Iglesia y, por lo tanto, el laico es el bautizado que está en el mundo con su vida dando testimonio de Jesús. Cecilio Oviedo, un laico comprometido, destaca que, a partir de ese momento, el feligrés que trabaja por la Iglesia, vive y fortalece su espiritualidad a través de los sacramentos, se alimenta de estos para seguir el camino que es largo, a semejanza de lo que le dijo el ángel al profeta Elías.

“El lugar propio de los laicos son las estructuras seculares, es decir, el mundo con el trabajo, la familia, el lugar donde vivo, en una palabra: la parroquia para el laico es el mundo”, dijo. La Palabra de Dios juega también un papel fundamental en la renovación, no solo porque se cambió la manera en que es promulgada en las celebraciones en la lengua natal, sino, por el estudio que se propicia a partir del concilio. Vanessa Osorio, experta en Biblia, sostiene que el CV-II propició que la Sagrada Escritura lograra un protagonismo inusual en la Iglesia y en la vida de los creyentes en Latinoamérica y el Caribe. Este acontecimiento generó en la Iglesia un redescubrimiento de la Biblia. “Algunas de las propuestas con respecto al estudio y el acceso a la Sagrada Escritura propone un modelo nuevo para interpretar el texto bíblico en el quehacer teológico”, destacó Osorio.

Desafíos

Han pasado 60 años desde el inicio del CV-II, pero todavía hay grandes desafíos que se deben afrontar afirma el presbítero Alberto Enamorado, párroco de la comunidad Divina Providencia de esta capital y resalta que “Debemos asumir realmente un verdadero papel como cristianos”. Este compromiso, advierte, debe llevarnos a cada integrante de la Iglesia, enfocado en lo que le corresponde. “Hacer que Cristo y su Evangelio se haga presente en la realidad, como la migración, la trata de personas, como los abusos laborales”, concluyó.

1 Antecedentes

En el Concilio Vaticano I, se había realizado de 1869 a 1870. Proclamó la infalibilidad del Papa, entre otras reformas doctrinales encaminadas a contestar desafíos de la época como la pujanza del racionalismo, el liberalismo y el materialismo.

2 Presente

El Concilio Vaticano II se presentó al mundo no una Iglesia inquisitorial y condenatoria de la modernidad, sino, una Iglesia distinta, realista, juvenil, esperanzadora, abierta y cercana a los problemas contemporáneos. Una Iglesia con rostro humano dispuesta a escuchar y aprender.

3 Futuro

Una de los frutos que se vivirá posterior al CV-II y que, va en consonancia con el “aire fresco que entró a la Iglesia”, es el Sínodo de la Sinodalidad, en donde se propicia la vivencia del cristianismo, con la participación de todo el pueblo de Dios.

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